El ser humano, como la mayoría de animales sociales, tiende a organizarse jerárquicamente. En cualquier grupo o relación social siempre hay individuos que, por diferentes razones, influyen de manera significativa en las conductas de los demás. A estos individuos se les atribuye el estatus más alto dentro del grupo social al que pertenecen. Como ejemplos cotidianos de relaciones jerárquicas encontramos los progenitores y los menores, el profesorado y el alumnado, los jefes y los trabajadores, y otros.
Dada la omnipresencia de este tipo de organización social, en los últimos años se ha comenzado a estudiar cómo y cuándo los niños empiezan a reconocer qué personas tienen más o menos estatus social. Específicamente, se ha estudiado la relación entre el estatus social y la “capacidad de controlar recursos limitados”. Este ha sido el punto de partida de un estudio publicado en la revista PLOS ONE a cargo de Jesús Bas y Núria Sebastián-Gallés, miembros del grupo de investigación Adquisición del Habla y Percepción (SAP) del Centro Cerebro y Cognición (CBC), centro adscrito al Departamento de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (DTIC) de la Universdad Pomepu Fabra (UPF).
Estudiar las relaciones de poder más allá de la fuerza física
“Aquellos individuos que controlan los recursos suelen ser los mismos que tienen una posición más alta dentro del grupo y viceversa. Diferentes investigaciones han demostrado que antes de los 15 meses (Mascaro & Csibra, 2012) los niños entienden que aquellas personas que controlan algún recurso, suelen controlar otros”, explica Jesús Bas, primer autor del estudio. La mayor parte de estas investigaciones se han basado principalmente en el control de recursos mediante la fuerza física. “Es por eso que el Laboratorio de Investigación en Infancia (LRI) de la UPF decidimos estudiar si los niños también son capaces de identificar los individuos con un estatus social más alto cuando la fuerza física de las personas no entra en juego”.
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