Sin duda, el advenimiento de drogas psicoactivas, conocidas como psicofármacos, ha mejorado mucho la posibilidad de tratamiento en una amplia gama de enfermedades psiquiátricas. Sin embargo, el camino no está desprovisto de una serie de peligros. Sin contar los inconvenientes ligados a la indicación no adecuada, que nace de un diagnóstico incorrecto, y que, en muchos casos, se convierte en la regla y no en la excepción.
Es muy habitual que algunos profesionales supongan que la medicación que se agrupa bajo la denominación genérica “antidepresivo” o “ansiolítico” sea aplicable a cualquier persona con cierta patología psiquiátrica, como si no se tratara de un espectro con situaciones y seres diferentes, esto imaginando que el cuadro haya sido bien diagnosticado.
Sabemos que hay subtipos de estas condiciones que hacen que las indicaciones en algunos casos sean diametralmente opuestas. Por otro lado, están los efectos secundarios que genera el consumo de estos fármacos y que a veces no son tenidos en cuenta, o inclusive no son informados, al paciente.
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