Eugene Aserinsky nunca quiso estudiar el sueño. Intentó ser trabajador social, estudiante de odontología e incluso estuvo una temporada en el ejército como manipulador de explosivos. Se matriculó en la University of Chicago, Chicago, Estados Unidos, para dedicarse a la fisiología de órganos, pero todos los posibles supervisores estaban demasiado ocupados para aceptarlo. Su única opción era Nathaniel Kleitman, un profesor de mediana edad a quien Aserinsky describió como “siempre serio”. Kleitman estaba investigando sobre el sueño y, a regañadientes, Aserinsky hizo lo mismo.
“Todavía estamos al comienzo de la comprensión de este fenómeno”, dijo a Medscape Mark Blumberg, Ph. D., profesor de ciencias psicológicas y del cerebro en la University of Iowa, en Iowa City, Estados Unidos.
Antes de que Aserinsky entrara en el laboratorio de Kleitman, la creencia generalizada sostenía que el sueño era “la antítesis de la vigilia”, como escribió Kleitman en su libro seminal de 1939 titulado Sleep and Wakefulness. Otros lo veían como una especie de coma, un estado pasivo.[4] Otra teoría, desarrollada a principios del siglo XX por el psicólogo francés Henri Piéron, sostenía que la somnolencia es causada por una acumulación de ‘hipnotoxinas’ en el cerebro.
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