El tiempo excesivo frente a las pantallas genera nuevas problemáticas que van desde la desconexión con el otro hasta el fenómeno FoMO, que significa el miedo a perderse de algo en internet. Una guía de recomendaciones.
No importa el horario o el espacio: las redes sociales están siempre a nuestro alcance. Las notificaciones llegan casi sin interrupción, independientemente de si nosotros estamos disponibles o no. En plataformas como Instagram, Twitter o TikTok siempre hay algo nuevo por descubrir, compartir o criticar. Si bien los principales usuarios de ellas son jóvenes y adolescentes, también una buena parte de la población adulta da likes y consume videos de su interés a través de alguna red social.
Hemos naturalizado el hecho de despertarnos e irnos a dormir con la misma compañía: un aparatito luminoso, colorido y ruidoso. Puede sonar ridículo, pero en ese pequeño dispositivo entra el mundo entero. O eso creemos. Incluso, llegamos a pensar que la realidad es lo que sucede online, mientras que lo que ocurre off line, si no se publica, no existe.
Es innegable que Internet nos resuelve una infinidad de problemas y que nos abre puertas interesantes, desde información sólida hasta conocimientos de zonas distantes. Teóricamente, encontrar trabajo, amigos o pareja, es mucho más sencillo una vez dentro del mundo digital. Sin embargo, el acceso ilimitado a la información así como la sobreestimulación constante parecen traernos conflicto, como todo exceso. El aspecto más afectado es la salud mental que se lleva, sin dudas, la que se lleva la peor parte.
Ahora bien, hay que advertir que estar en contra de las redes sociales, es estar en contra de la actualidad. ¡Nadie puede negar que las redes sociales llegaron para quedarse! De por sí, no son ni buenas ni malas para nuestra salud. Lo que hace la diferencia es cómo nos vinculamos con ellas. No hay que cambiar la tecnología, sino la forma en que la incorporamos a nuestras vidas.
Leer noticias en Infobae