La señora G.O. tiene 80 años, es maestra jubilada y enviudó hace una década. No tiene familiares cercanos pero vive en su casa en compañía de dos gatos y un perro que rescató de la calle. “Yo soy sola”, le dice al Dr. Gustavo Kusminsky, médico consultor en hematología y profesor de medicina en el Hospital Universitario Austral, en Buenos Aires, Argentina, para luego rechazar un tratamiento que el especialista en oncohematología le ofrece contra un mieloma múltiple que amenaza su vida. “Doctor, prefiero no hacerlo”, comentará con total tranquilidad la paciente y sus palabras resonarán en el consultorio y ahora son parte de un artículo publicado recientemente en Medicina.
En el artículo el Dr. Kusminsky comenta que se esforzó para que a la paciente le quedara claro que necesitaba recibir un tratamiento oncológico. Le explicó que este sería principalmente por vía oral, que no requeriría, al menos de manera inicial, hospitalizaciones y que demandaría consultas médicas espaciadas. A pesar de toda la información brindada la señora G. O. mantuvo su posición.
“La paciente no tenía ningún indicio de depresión y su argumento era lógico”, señaló el Dr. Kusminsky. La señora G.O. ya recibía varios fármacos para la hipertensión arterial, estaba anticoagulada por una fibrilación auricular y manejaba una dislipidemia con fenofibrato. Pero al tratamiento para el mieloma múltiple prefería no hacerlo.
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