La fiebre amarilla es una zoonosis viral transmitida por mosquitos endémica en África y Sudamérica, si bien los brotes de esta enfermedad se notificaron principalmente en África, donde se registran más de 100.000 casos graves al año, con una tasa de mortalidad estimada entre 20 % y 60 %.
La vacuna contra la fiebre amarilla es segura y efectiva: una única dosis proporciona inmunidad de por vida. Sin embargo, el proceso de manufacturación de la vacuna es laborioso y difícil de escalar con rapidez en caso de brote, por lo que los retos en relación con la disponibilidad de la vacuna son persistentes.
Por ello, ante la escasez de vacunas durante un brote, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda el uso de dosis fraccionadas como estrategia de ahorro de vacuna. Esta política se apoya sobre la evidencia de ensayos que evalúan la inmunogenicidad y seguridad de un quinto de la dosis estándar de las cuatro vacunas producidas por los cuatro proveedores aprobados por este organismo en la población adulta e infantil sana, así como en personas que viven con virus de la inmunodeficiencia humana (VIH).
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