A pesar de que 30% de la población adulta presenta un déficit de vitamina D y más de 60% tiene niveles insuficientes, las indicaciones de la suplementación no siempre están claras. El papel principal de esta molécula es la regulación del metabolismo del calcio y del fósforo, pero también se le han asociado efectos anticancerígenos en varios tipos de neoplasia, como melanoma, carcinoma colorrectal y cáncer de mama.
En el cáncer de mama, la vitamina D interviene en el proceso de diferenciación celular, inflamación y regulación hormonal. Una revisión realizada por un equipo de la Universidad de Vigo se propuso determinar cuáles son los niveles séricos aproximados de vitamina D que producirían un efecto protector en este cáncer.
Su conclusión fue que unos niveles de vitamina D ≥ 40,26 ng/ml ± 14,19 ng/ml pueden ejercer ese efecto. A pesar de todo, el estudio de la relación entre la vitamina D y el cáncer de mama arroja resultados inconsistentes. Mientras unas cohortes la apoyan, otras concluyen que no es significativa. Otro estudio español, en este caso de 2018, realizado en el Instituto de Salud Carlos III, sugirió que el efecto protector de la vitamina D puede ser específico para los subtipos más agresivos, como los triple negativos.[2]
¿Por qué tanta disparidad de resultados? Hay diferentes mecanismos biológicos involucrados en esta relación, entre los que se encuentran polimorfismos del gen que codifica el receptor de la vitamina D y algunos citocromos. El sistema inmune también está implicado, ya que la vitamina D parece ejercer un efecto regulador, mediado por la interleucina 6 y el factor de necrosis tumoral alfa, en la reducción de la inflamación y el mantenimiento del balance oxidación reducción.
Leer noticias en Medscape