Infames experimentaciones con la sífilis



En el análisis de la historia de la sífilis podríamos encontrar hechos repulsivos en los que los médicos se alejaron de esenciales principios éticos

EN la contemporaneidad la sífilis aún motiva preocupaciones. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se estima que se diagnostican cada año más de cinco millones de casos nuevos en todo el mundo. Los conocimientos y adelantos en la prevención y tratamiento de esta enfermedad venérea no han conseguido eclipsar sus huellas y daños.

En torno a este mal y a su forma de transmisión se han erigido juicios que llegan a estigmatizar a disímiles poblaciones. Se podría empezar por referir cómo en el siglo XV se culpaban a las aborígenes del Caribe de haber contagiado con sífilis a los marineros que acompañaron a Cristóbal Colón en su primera travesía trasatlántica, quienes, a su vez, la introdujeron en el llamado Viejo Mundo.

Pero las mayores afrentas posiblemente se generaron en épocas más recientes, con la inadmisible participación consciente de médicos. Por eso, ciertas investigaciones son capaces de causar gran conmoción.

Entre estos experimentos se hallan los llevados a cabo por el doctor Jonh Cutler, un cirujano estadounidense que obró bajo el amparo del sistema público de salud estadounidense. Este hombre se empezó a destacar a partir de estudios que desarrolló en la tristemente célebre cárcel de Sing Sing, en Nueva York, donde inoculó sífilis a los presos.

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