La terapia contra el VIH puede acelerar el envejecimiento: ¿cómo se afronta este nuevo desafío?



La llegada de la terapia antirretroviral (TAR) supuso un punto de inflexión en la historia del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Antes de su desarrollo, la infección por VIH conducía habitualmente a la fase más avanzada y grave de la enfermedad: el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), que a menudo resultaba mortal.

En la actualidad, el tratamiento suprime la replicación viral de manera sostenida, transformando el VIH en una patología crónica manejable y mejorando significativamente la salud y la longevidad de innumerables personas con el virus.

Un cóctel providencial

La TAR consiste en la combinación estratégica de diversos fármacos –a menudo se compara con un “cóctel”– para inhibir la replicación del VIH, es decir, impedir que el virus se multiplique dentro del cuerpo. Su eficacia es tan grande que la carga viral (la cantidad de virus en la sangre) puede reducirse hasta niveles indetectables en las pruebas de laboratorio. Eso disminuye drásticamente la mortalidad y la aparición de enfermedades graves vinculadas al patógeno.

Así, millones de personas han visto cómo el VIH ha pasado de desencadenar una enfermedad con un pronóstico fatal a convertirse en una condición crónica que permite una vida plena y prolongada. Las proyecciones indican que, para el año 2030, el 73 % de esta población superará los 50 años de edad.

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