Las citocinas son pequeñas moléculas que combaten las infecciones y controlan el crecimiento y la actividad de otras células del sistema inmunológico. Cuando se liberan, le envían una señal a este sistema para que cumpla con su función.
Cada vez existe mayor evidencia de que estas moléculas también influyen en el cerebro, provocando cambios de comportamiento durante la enfermedad.
Dos nuevos estudios que se publican en la revista Cell centrados en una citocina llamada IL-17, refuerzan ahora esta evidencia.
Con el tiempo, una mejor comprensión de las interacciones neuroinmunitarias podría ayudar a los investigadores a desarrollar nuevos tratamientos para afecciones neurológicas como el autismo o la depresión.
Los investigadores del Instituto Tecnológico de Massachussets-MIT y la Facultad de Medicina de Harvard (EEUU) descubrieron que la IL-17 actúa en dos regiones cerebrales distintas: la amígdala y la corteza somatosensorial, ejerciendo dos efectos divergentes. En la amígdala, la IL-17 puede provocar ansiedad, mientras que en la corteza promueve la sociabilidad.
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