El autoexamen de mamas se propuso inicialmente como un medio intuitivo, económico, no invasivo y de acceso universal para identificar rápidamente neoplasias mamarias en etapa temprana. Sin embargo, la literatura médica actual no respalda la eficacia de esta práctica y la mayoría de las sociedades y academias médicas desaconsejan su implementación.
El cáncer de mama es la primera causa de muerte por cáncer entre las mujeres europeas, incluidas las españolas, y es el tumor más frecuente entre las mujeres a nivel mundial. La detección temprana ha contribuido a una reducción de la mortalidad debida a esta patología y es esencial para garantizar planes de tratamiento eficaces.
La detección de este tipo de cáncer ha incluido tradicionalmente tres procedimientos: el autoexamen, la valoración clínica (realizada por profesionales expertos) y la mamografía. El autoexamen de mama se estableció en la década de 1950, pero desde sus inicios existieron dudas sobre su efectividad e impacto general en la salud. La práctica se evaluó formalmente por primera vez en un estudio de 2002 que no demostró ningún beneficio en los datos de supervivencia y, además, evidenció que este procedimiento daba lugar a biopsias innecesarias. En respuesta a estos hallazgos y a resultados similares obtenidos en otras investigaciones, en 2009 el Grupo de Trabajo de Servicios Preventivos de los Estados Unidos (USPSTF) recomendó, en su revisión del cribado del cáncer de mama, que los médicos no enseñaran el autoexamen a sus pacientes. Antonio Cano, profesor titular de Obstetricia y Ginecología en la Universidad de Valencia, actualmente jubilado, señaló: “El apoyo a esta práctica se originó hace años, antes de que hubiera mamografías asequibles para la gran población, pero en la actualidad ha perdido vigencia y está desaconsejada por muchas sociedades científicas”
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