Los niños que pasan más tiempo frente a pantallas presentan menos habilidades comunicativas y emocionales, lo que aumenta sus dificultades en la interacción social. Cómo afecta este hábito en el lenguaje y qué se puede hacer para asegurar un desarrollo integral y equilibrado.
Los dispositivos móviles y las pantallas digitales han pasado a formar parte integral de la vida cotidiana de los niños y las niñas. Durante la pandemia por coronavirus este vínculo se ha profundizado. Muchos niños debieron participar del primer espacio educativo de manera virtual y otros que ya habían ingresado, tuvieron que adaptarse a esta nueva forma de aprender y vincularse con el otro. Esta realidad plantea desafíos inéditos para su desarrollo emocional, cognitivo y social.
Hace tiempo el lenguaje de los gestos y las palabras está siendo moldeado por las interacciones mediadas por las pantallas. Desde edades tempranas, los niños y niñas están expuestos a una cantidad abrumadora de estímulos visuales y auditivos que influyen en la formación de su identidad y subjetividad.
Hace años en una sala de espera vi a un bebé mirando a su mamá, buscando sus ojos, pero los ojos de la mamá estaban clavados en la pantalla. Desde allí comencé a preguntarme cuál podría ser el impacto subjetivo del retaceamiento de la mirada, espejo donde se construyen identidad.
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