Un amplio estudio realizado en el Reino Unido ha revelado que las mujeres, las minorías sexuales y las personas en situación de desventaja socioeconómica son las más expuestas al estigma “interiorizado” del peso, al igual que las personas que sufrieron presiones familiares y mediáticas para adelgazar en la infancia. Esto puede seguir ocurriendo hasta dos décadas después de las experiencias de la infancia.
El “estigma interiorizado del peso” tiene lugar cuando una persona adopta estereotipos negativos relacionados con la obesidad, como pensar que es menos atractiva, menos competente o menos valiosa como persona debido a su peso, incluso en situaciones en las que su índice de masa corporal indica que esa opinión no es válida.
Un equipo de investigación de la University of Bristol y la University of Leeds, junto con colaboradores de instituciones interesadas en cuestiones de peso y salud mental, analizaron la relación entre el estigma interiorizado sobre el peso en la edad adulta y las experiencias y circunstancias sociales de las y los adolescentes. Para ello utilizaron datos obtenidos en el marco del proyecto Children of the 90s de la University of Bristol. En este proyecto se reclutó a miles de mujeres embarazadas entre 1990 y 1991, y se ha hecho seguimiento de su salud y la de sus familias durante más de 30 años.[2]
En la investigación, publicada en The Lancet Regional Health, se examinaron las diferencias en el estigma interiorizado sobre el peso en más de 4.000 personas de 31 años, enfocándose en los efectos del sexo, el grupo étnico, los factores socioeconómicos, la orientación sexual y las influencias familiares y sociales más amplias en la infancia y la adolescencia. Los datos se obtuvieron a partir de las respuestas a 11 preguntas específicas incluidas en el cuestionario más general completado por los participantes en Children of the 90s cuando tenían 31 años.
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