De niña, Kathryn Marxen-Simonson se avergonzaba a menudo de su mala visión y no quería destacar entre los demás niños. En la escuela, no utilizaba herramientas como las lupas, que podrían haberla ayudado.
Hoy es terapeuta de baja visión y terapeuta ocupacional en el Casey Eye Institute de la Oregon Health & Science University de Portland, en Oregón, Estados Unidos y trabaja con niñas y niños que se encuentran en la misma situación que en la que se hallaba ella. Algunos de sus pacientes muestran ansiedad o depresión.
“Es posible que estén un poco más acomplejados por su visión. No quieren ser diferentes a sus compañeros”, explicó Marxen-Simonson. En la secundaria, se puso en contacto con otros estudiantes con problemas de visión y empezó a utilizar dispositivos para aliviar su discapacidad. “Creo que acercar a las niñas y los niños a dispositivos de ayuda lo antes posible es de verdad beneficioso, porque pueden jugar con ellos y practicar, así que forma parte de su manera de hacer las cosas”.
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